José Hierro

BIOGRAFÍA

Madrid, 1922 – 2002

José Hierro nació al borde de unos aconteceres históricos que marcaron profundamente su vida y su andadura intelectual, originando uno de los rasgos más destacables de su obra: la presencia conjunta de la responsabilidad ética y la responsabilidad estética, que constituyen, el haz y el envés de un mismo coraje reconstructor, esto es, de una sustancia cívica. El propio Hierro solía hablar, refiriéndose a su poesía, de reportajes y alucinaciones como términos que designan, respectivamente, el deber ético de dar testimonio de sí mismo y de su tiempo y el deber estético de forjar pasadizos hacia la vertiente del misterio. Por un lado, encontramos poemas rebosantes de sustancia biográfica y núcleo narrativo que adoptan un lenguaje conversacional; por otro, sin embargo, accedemos a la irrupción de lo maravilloso, a espacios de «fantasía y aventura», a la oblicuidad. Esta concepción bifronte de la poesía hace que aceptemos con naturalidad el hecho de que Hierro sea considerado, a un tiempo, figura preeminente del realismo poético existencial y social y maestro señaladísimo de las nuevas tendencias estetizantes que comienzan a cuajar en España a mediados de los años 60. Su creación poética se inició con el libro Alegría (1947) y se extiende en otros diez títulos más, entre ellos Quinta del 42 (1952), Cuanto sé de mí (1957), Libro de las alucinaciones (1964), Agenda (1991) o Cuaderno de Nueva York (1998). Entre otros muchos, además del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1995), obtuvo los premios Adonais, Nacional de Poesía, de la Crítica, Nacional de las Letras Españolas, Príncipe de Asturias de las Letras y Cervantes. Fue miembro de la Real Academia Española.

SUS POEMAS

VIDA
A Paula Romero

Después de todo, todo ha sido nada, 
a pesar de que un día lo fue todo. 
Después de nada, o después de todo 
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!». 
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!». 
Ahora sé que la nada lo era todo, 
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada. 
(Era ilusión lo que creía todo 
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada 
si más nada será, después de todo, 
después de tanto todo para nada.

VIDA

ESTE CABALLERO DE OTOÑO
Tierra sin nosotros

Viene, se sienta entre nosotros,
y nadie sabe quién será,
ni por qué cuando dice nubes
nos llenamos de eternidad.

Nos habla con palabras graves
y se desprenden al hablar
de su cabeza secas hojas
que en el viento vienen y van.

Jugamos con su barba fría.
Nos deja frutos. Torna a andar
con pasos lentos y seguros
como si no tuviera edad.

Él se despide. ¡Adiós! Nosotros
sentimos ganas de llorar.

ESTE CABALLERO DE OTOÑO

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