ÁNGEL GONZÁLEZ

España, 1925 – 2008

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V PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA 1996

ÁNGEL GONZÁLEZ

España, 1925 – 2008

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V PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA 1996

BIOGRAFÍA

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Poesía, música y amistad resumen bien la personalidad humana y la personalidad literaria de Ángel González. Nacido en el seno de una familia de clase media, su infancia estuvo marcada por dos hechos históricos: la revolución asturiana de octubre de 1934 y la Guerra Civil. En el Madrid de los años 50, metido de lleno en el mundillo literario, reencuentra a Carlos Bousoño, amigo de la infancia, que le pone en contacto con Vicente Aleixandre, y ambos le animan a presentar un libro de poemas al Premio Adonais. Era Áspero mundo (1956) libro en el que está ya, en cierto modo, todo Ángel González: su visión desesperada y, en consecuencia, desmitificadora de la realidad aparente; su distanciamiento irónico de las cosas como procedimiento de higiene mental y salvaguardia; su concepto del oficio poético como tarea de colectividad, de un yo que está vinculado a los otros y con ellos comparte su experiencia del mundo; su recurso desesperado al amor como tabla —frágil— de salvación en el naufragio; su gusto por la obra literaria bien hecha… En suma, y sobre todo, la obsesión por el paso del tiempo, que vertebra todos sus versos y la conciencia —clara, aunque tenue todavía— del arraigo en un concreto tiempo de Historia. Su obra poética abarca una docena de títulos que incluyen Sin esperanza, con convencimiento (1961), Tratado de urbanismo (1967), Prosemas o menos (1985), Deixis en fantasma (1992), Otoño y otras luces (2001) y el póstumo Nada grave (2008). Obtuvo, además del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1996), el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Internacional Salerno de Poesía (Italia), el Julián Besteiro de las Artes y las Letras o el de Internacional de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca. Fue miembro de la Real Academia Española.

Portada "Luz, o fuego, o vida" de Ángel González

«Y sonrío y me callo porque, en último extremo,

uno tiene conciencia de la inutilidad de todas las palabras»

SUS POEMAS

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ENTONCES

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Entonces,
en los atardeceres de verano,
el viento
traía desde el campo hasta mi calle
un inestable olor a establo

 

y a hierba susurrante como un río
que entraba con su canto y con su aroma
en las riberas pálidas del sueño.

 

Ecos remotos,
sones desprendidos
de aquel rumor,
hilos de una esperanza
poco a poco deshecha,
se apagan dulcemente en la distancia:

 

ya ayer va susurrante como un río

 

llevando lo soñado aguas abajo,
hacia la blanca orilla del olvido.

PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ

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Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

«Te llaman porvenir

porque no vienes nunca»