CLAUDIO RODRÍGUEZ

España, 1934 – 1999

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II PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA 1993

CLAUDIO RODRÍGUEZ

España, 1934 – 1999

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II PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA 1993

BIOGRAFÍA

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Claudio Rodríguez es sin duda uno de los mejores intérpretes de la poesía concebida y realizada como modo de conocimiento, no sólo porque en cada uno de sus libros y poemas se asista a un proceso —con sus dudas, tanteos, contradicciones, misterios y claridades— de conocimiento por vía de la escritura, sino también porque el conjunto de los mismos constituye una forma más amplia de la reflexión poética. El resultado final será un universo poético unitario, trabado y dialéctico en cuya creación se distinguen varias fases. Por lo demás, este proceso lleva aparejado una serie de transformaciones paralelas y progresivas en los distintos planos de la expresión: lenguaje poético y sistema imaginario, tono general, métrica y ritmo, lo cual hace que, desde el punto de vista evolutivo, su trayectoria sea también una de las más atractivas, sólidas y coherentes de todas las promociones españolas de posguerra. La originalidad de su poesía, que integra el léxico común del lenguaje oral con la canción infantil y la poesía tradicional, está relacionada con su concepción de la misma como canto y participación, según sus propias palabras: «Una participación que el poeta establece entre las cosas y su experiencia poética de ellas, a través del lenguaje». A los 18 años ganó el Premio Adonais con Don de la ebriedad (1953), libro que la crítica ha considerado como uno de los más brillantes de la segunda mitad del siglo. Luego vendrían Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976) y Casi una leyenda (1991). Obtuvo, además del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1993), el de la Crítica, Nacional de Poesía, Castilla y León de las Letras y Príncipe de Asturias de las Letras. Fue miembro de la Real Academia Española.

Portada "Hacia el canto" de Claudio Rodríguez

«Cualquier cosa valiera por mi vida esta tarde.

Cualquier cosa pequeña si alguna hay»

SUS POEMAS

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A MI ROPA TENDIDA

El Alma

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Me la están refregando, alguien la aclara.
¡Yo que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre, para
ya no lavarla más, y me servía!
¡Si hasta me está más justa¡ No la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí, tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?
¿Qué lejía inmortal, y que perdida
jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es nuestra ropa
desde la infancia, más y más oscura
y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima!
¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!
¡No tenedla en el patio: ahí en la cima,
ropa pisada por el sol y el gallo,
por el rey siempre!

He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo el aire libre sana y salva.
Fue en el río, seguro, en aquel río
donde se lava todo, bajo el puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo mío.
¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,
que se la ponga! Sé que le ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no es blanca
pero no importa: un día…
¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!
Mañana todo el pueblo por las calles
y la conocerán, y dirán: «Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»

EL DON

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Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo esto es un don, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

«Largo se le hace el día a quien no ama y él lo sabe»