GIOCONDA BELLI

Nicaragua, 1948

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XXXII PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA 2023

GIOCONDA BELLI

Nicaragua, 1948

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XXXII PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA 2023

BIOGRAFÍA

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Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948) es una de las escritoras centroamericanas que goza de mayor reconocimiento. Publicó sus primeros poemas en 1970, en el semanario cultural de La Prensa. Dos años después, su libro Sobre la grama le valió el premio Mariano Fiallos Gil de Poesía de la Universidad Autónoma de Nicaragua, uno de los más prestigiosos del país.

 

Desde muy joven formó parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Ocupó diversos cargos en el gobierno y el partido sandinista, del que se distanció en 1993. En la actualidad vive exiliada después de que le fuera retirada su nacionalidad por sus posiciones críticas contra el ejecutivo nicaragüense.

 

Su producción poética incluye Línea de fuego (1978), Truenos y arco iris (1982), De la costilla de Eva (1986), Poesía reunida (1989), Apogeo (1997), Fuego soy apartado y espada puesta lejos (2006), En la avanzada juventud (2013), El pez rojo que nada en el pecho (2019) y las antologías Amor insurrecto (1984) y El ojo de la mujer (1991). En 2020 recibió el Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma por su su obra El pez rojo que nada en el pecho.

 

Gioconda Belli, que se define como “poeta, novelista, feminista y humanista”, es autora de ocho novelas: La mujer habitada (1988), Sofía de los presagios (1990), Waslala (1996), El Pergamino de la Seducción (2005), El infinito en la Palma de la mano (2008), El País de las Mujeres (2010), El intenso calor de la luna (2014), y Las fiebres de la memoria (2018). Es autora además de dos libros de ensayos, Rebeliones y Revelaciones (2017) y Luciérnagas (2022).

Portada "Parir el alba" de Gioconda Belli

«Todos tenemos un deber de amor que cumplir, una historia que hacer, una meta que alcanzar»

SUS POEMAS

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CUANDO FLORECIÓ LA RISA

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En la selva siempre húmeda del trópico,
donde viven árboles acogedores, refugio de orquídeas
y trepadoras, un buen día Enea y Alia bajaron
desde la copa de la ceiba y se dieron cuenta
de que eran el primer hombre y la primera mujer.

 

Darse cuenta de que el uno era diferente de la otra les dio risa.
Ella extendió su mano sobre la de él y dijo:
-Mi mano es más pequeña que la tuya.
Él posó su mano sobre la cintura de ella t dijo:
-Tu cintura tiene el perfil curvo de la luna y tus pies
se parecen a los peces del río.
Alias rio.
-Mira que tú eres todo cuadrado, pero tu pecho es ancho
como el horizonte y fuerte como la tierra que nos alberga.
Enea rio.
-Y tú eres redonda y suave, y siento que lees el más
profundo de mis pensamientos.

 

Ella se sintió contenta de tenerlo a su lado
y tuvo el impulso de tocarlo y hacerle cosquillas.
Metió la mano bajo su brazo, la abrió y rascó allí
como si quisiera encontrar un agujero.
Él se desternilló de risa y le hizo cosquillas a ella.

 

Después Alias tomó una rama y se la pasó
por el centro de la espalda
Enea no paraba de reirse.
Tanto se rio que cayó al suelo.
Alias tampoco podía contener el jolgorio de
sus carcajadas.
El bosque jamás había oído a nadie reirse
y los escuchó embelesado.

 

El río pensó
La risa del hombre y de la mujer es como el ruido
que hago yo cuando salto sobre las rocas.
El viento se maravilló de que la risa de la mujer y del hombre
se pareciera al sonido que él hacía al correr a través del follaje

 

Enea y Alias seguían atacados de risa
– ¿qué podría hacer para reírme como ellos? Pensó un roble
que crecía muy cerca.
-Yo también quiero una alegría que el aire lleve
por todas partes.
El joven roble estiró con fuerza una de sus ramas
y tocó la espalda de Alias.
Cerró los ojos para sentir su risa
y le pareció que todos los pájaros cantaban
dentro de ella.

 

Esa noche el árbol sintió que su corteza
le hacía cosquillas.
Soñó que reía con una felicidad fragante
y liviana.
Al día siguiente, Enea y Alia amanecieron
cubiertos de pétalos.

 

Ella se alzó del sueño, miró el árbol
despertó a Enea y dijo
-¡Mira Enea, como se ríe ese árbol!
¡Mira cómo florece! ¡A carcajadas!

DESPATRIADA

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No tengo dónde vivir.
Escogí las palabras.
Allá quedan mis libros
Mi casa. El jardín, sus colibríes
Las palmeras enormes
Las apodadas Bismarck
Por su aspecto imponente.
No tengo dónde vivir.
Escogí las palabras.
Hablar por los que callan
Entender esas rabias
Que no tienen remedio.
Se cerraron las puertas
Dejé los muebles blancos
La terraza donde bailan volcanes a lo lejos
El lago con su piel fosforescente
La noche afuera y sus colorines trastocados
Me fui con las palabras bajo el brazo
Ellas son mi delito, mi pecado
Ni Dios me haría tragármelas de nuevo.
Allí quedan mis perros Macondo y Caramelo
Sus perfiles tan dulces
Su amor desde las patas hasta el pelo.
Mi cama con el mosquitero
Ese lugar donde cerrar los ojos
E imaginar que el mundo cambia
Y obedece mis deseos.
No fue así. No fue así.
Mi futuro en la boca es lo que quiero
Decir, decir el corazón, vomitar el asco y la ranura.
Queda mi ropa yerta en el ropero
Mis zapatos mis paisajes del día y de la noche
El sofá donde escribo
Las ventanas.
Me fui con mis palabras a la calle
Las abrazo, las escojo
Soy libre
Aunque no tenga nada.

«El saber causa inquietud, inconformidad. Uno cesa de aceptar las cosas como son y trata de cambiarlas»

LA AUTORA EN LOS MEDIOS

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